martes, 19 de julio de 2016

Día 1. Primera parte. Marruecos 2016.

   Me despierto a las 5 de la mañana y, a pesar de haber dormido 4 horas, tengo mucha energía. Con el lío del día anterior, con la cabeza en otras historias, me encuentro repasando la maleta sin darme cuenta aún de que es el día de partir a aquél voluntariado que había organizado a penas hacía un mes.

   Prepararnos, coger el coche, despedida en el aeropuerto…. Y paso el control y les pierdo de vista. Me quedo sola, respiro hondo; allá vamos. Andar hacia la zona W, encontrar la puerta, pasar mi primer control de pasaporte y 2 horas de vuelo.

   Al fin en mi destino, aeropuerto de Marrakech. No sé el porqué, pero me esperaba algo más de aeropuerto. Sólo dos paraditas para comprar tarjetas SIM y otra más para el intercambio de moneda. Bien… Necesitaba algo de información para saber dónde ir.

   Cabe destacar que quería ir a la cuidad de Marrakech y visitarla durante la mañana, y luego coger un autocar dirección Azrou. Pero poca idea tenía de cómo moverme de un sitio a otro, e incluso de cómo moverme por dentro de la cuidad. Poca información vi por internet, y poco tiempo tuve los días anteriores para investigar realmente a fondo.

   Así que nada, no me queda otra que acercarme a los taxis (los precios están marcados en un cartel, era lo más destacado que leí en internet). Pero no me sé la dirección exacta a dónde quiero ir, no se están mucho a entenderme y su modo de comercial intenso me pone nerviosa. Así que paso, y camino hacia un autobús dónde por suerte me entienden. Increíble el conductor; hablándome en español, recomendándome dónde bajar y que autobuses coger luego para ir a las estaciones de autocares que hacían viajes más largos. Todo apuntado y con un minimapa.

   Seguí sus consejos y me encuentro en lo que parece ser la plaza principal (que algo me había comentado ya algún amigo de este sitio antes de partir). Rodeada de coches, motocicletas, bicicletas, peatones… entrelazándose como si nada allí en medio. A un lado unos 30 carruajes de caballos y flores con sus respectivos dueños intentando llamar tu atención para que te des una vuelta. Algún encantador de serpientes, aunque parece que pocos y con poca actividad. Creo que no hay mucho ambiente a causa del Ramadán.

   Sigo andando con mi súper mochilón y mi cara de guiri total. Me adentro por las callejuelas, preciosas, con poca gente y algunos tenderetes abiertos con todas las cosas saliendo al centro de la calle como si te quisieran envolver. Un mundo totalmente diferente en el cual te vas introduciendo lentamente sin darte cuenta.

   Cansada del peso de la maleta me senté en un banco envuelto de jardines. Muchas personas descansaban también en las zonas con sombra; la mayoría callados, mirando, dejando el tiempo pasar. Creo que aquí el estrés no existe.

   Pero toca irse a Azrou. Así que sigo los consejos y cojo un autobús, con más o menos problemas, y llego a una estación de autocares de larga distancia. Allí pregunto, y parece que en esa estación no me pueden llevar. Pero me indican perfecto para ir a otra estación dónde supuestamente sí que hay.

   Ando unos 20-25 minutos bajo el Sol. Menos mal que ya sabía el tiempo que tardaba y realmente me apetecía la caminata.

   Al llagar había una para de taxis en la entrada; con lo que uno de ellos, de tantos, se me acercó a preguntar si me llevaba. Pero acabó acompañándome e indicándome a que autocar ir, hablando él con todos los que tenía que hablar y yo detrás siguiéndole. Así que ya me fue bien. Me pidió propina por las molestias, cómo no, ya me lo esperaba claro. Pero lo di a gusto porque me había solucionado el problema (aunque creo que realmente me metió en el autocar que no iba directo, y di rodeo).

   Son así, te hacen algún favor y luego te piden dinero por ello. Comercian a lo bestia y sin que te enteres. Por cierto, me olvidaba. Me pasó algo del estilo por las calles de Marrakech. A parte de que agobia, al menos a mí, que te estén llamando de todos lados para que les prestes atención y compres… Hay que conocerlos y verlos venir también de otras maneras.

   Un chico me pidió que le hiciera una fotografía a él, porque me vio con la cámara. Directamente ya pensé que luego me pediría dinero, que ya iba avisada yo. Pero accedí, ya que me daba reparo hacer fotos a la gente de allí sin  preguntar y a de más llevaba una pintas impresionantes (que ya lo haría a posta). Efectivamente, acabé pagando 20 dirhams (2 euros, porque no tenía más pequeño). Aunque esto también me dio para ver perfectamente el papel de enfadados en el que se meten de vez en cuando para intentar sacar dinero; de aquí saldrían buenos actores.

   La cuestión está en que me vio que tenía un billete de 50 dirhams (5 euros), y me lo pidió enfadado como si se lo mereciera. Pero después de unos segundos, de yo insistir que no, ya nada. El enfado desaparece tan rápido como aparece. Lo gracioso fue que me había olvidado de poner la tarjeta SD. Así que me gasté 20 dirhams en una foto imaginaria, más alguna foto suelta que no se guardó; por suerte poca cosa.

   Bueno, continúo con el viaje. Duermo un poco en el autocar. Y me despierto de tal manera que en unos minutos breves llegamos a la estación final de autocares. Pero yo no lo sé, y me quedo sola allí dentro. Era una hora que no me cuadraba como para haber hecho ya todo el trayecto, así que espero unos segundos. De repente el conductor me llama con gestos (único idioma de comunicación), cogemos mis cosas y; mientras seguía medio dormida y no entendía nada; entramos en una estación de autocares.

   El hombre palabrea con otro hombre mientras intercambiaban dinero, y yo sólo logro captar la palabra “Azrou”. Así que me señala y me manda seguir al otro hombre. Aquí viene el punto en el cual me acuerdo de una broma que me hizo un amigo; que me iban a cambiar por camellos. Me reí por dentro por la similitud de la situación, pero muy tranquila tampoco estaba. 

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