lunes, 26 de septiembre de 2016

Días 9 y 10. Primera parte. Marruecos 2016.

   Único. Es único el primer momento en el que te ves envalenta entre dunas. También fue única la noche.

   Pero vamos a empezar desde el principio. Y os he de ser sincera, el cansancio de los días acumulados hizo que no redactara todo en Marruecos, voy a hacerlo parte ahora desde la memoria. Pero os aseguro que no faltará detalle, porque cosas así no se olvidan con facilidad.

   Nos despertamos pronto con la alerta de no saber en qué hora vivíamos. Unos móviles marcaban que se había adelantado una hora, cosa que pasa al acabar el Ramadán, y que por lo tanto iríamos una hora tarde de lo previsto. Las chicas medio estresada, pero claro… los lugareños no, esa tranquilidad de ir sin horarios casi siempre me desconcierta. Desayunamos con la incertidumbre y cuando nos subimos a la furgoneta avisan de que es falsa alarma, que la hora se cambia el domingo.

   Empieza el viaje. Parece que justo dejamos atrás unas nubes con inicio de lluvia. Hacemos alguna que otra parada para el avituallamiento, agua sobre todo. A medida que vamos ganando quilómetros los grados van aumentando y nuestra inquietud en los asientos de una furgoneta no muy grande y sin aire acondicionado también.

   Paramos a comer, pero no sin antes hacer una súper compra de fulares largos para poder hacernos luego turbantes; y aprovechamos para comprar alguno más para regalar.

   El momento de mayor agobio por el calor que he pasado en mi vida. La hora de la comida, en un establecimiento de techo bajito, sin ventilación, situado justo encima de la cocina del lugar y con todas las bebidas servidas a temperatura ambiente; casi hirviendo vamos. Y luego otra vez a meternos en la furgoneta.

   Mucho calor y muchas horas. Desde las 8 que salimos hasta las 17:30 que llegamos. Pero aprovechando para divertirnos cantando a todo volumen, jugando a algún que otro juego y disfrutando del paisaje. Vi de todo por la ventana: desde montañas rojizas combinadas con verdes plantas, a llanuras marrones que no se acababan nunca. Todo precioso.

   Y al fin llegamos. Parecía imposible. El hotel a un lado y todas las dunas de arena al otro con unos pocos dromedarios sentados al sol. La entrada preciosa, muy característica de la zona. Y al fondo… ¡Aleluya! ¡Una piscina! Preciosa, con todas las habitaciones alrededor.

   Se presentó el dueño del lugar, entre chiste y chiste, y nos asignó unas habitaciones para dejar nuestras cosas y poder cambiarnos.

   Directas a ponernos el bikini. Salir de la habitación, con el aire caliente en la cara y de golpe… Al agua. ¡Helada! ¿Cómo es posible? Supongo que también debe afectar el contraste con la temperatura exterior.


Y para nuestra sorpresa nos traen una bandeja llena de vasitos de té. La verdad es que la combinación de las risas de todas haciendo el tonto, el aire caliente en el exterior, un agua helada y un té hirviendo que te llenaba por dentro… Hacían una combinación mágica. 

lunes, 19 de septiembre de 2016

Aceptar.

   ¿Que pasa cuando haces algo mal? ¿Querías hacerlo? Y si es así, ¿Por qué? ¿Realmente está mal? 

   Creo que gran parte de mis dudas, calentamientos de cabeza y tristezas de mi vida han rondado al rededor de estos temas. Y al final... ¿Que tengo? Enfado. Enfado con la sociedad que impone un bien y un mal, enfado porque a veces no queda otro remedio, y enfado por no haber entendido antes todo esto. No pasa nada. En poco pasará a ser una resignación sin ningún tipo de sentimiento negativo por mi parte. Ya no. 

   Lo que a mi me parece ser "el mal" es cuando uno se queda cruzado de brazos, sin hacer nada, y solo se lamenta por las desgracias de alrededor y no mueve ni un dedo para cambiarlas; o se aceptan como parte del mundo. Como si, por ejemplo, la pobreza fuera una catástrofe natural (Frase de Desgravell); como si nosotros no formáramos parte de ello. 

   Cuando NO se dan oportunidades, cuando se hiere a consciencia, cuando se actua según los prejuicios de una manera injusta, cuando NO se disfruta de cada instante y se desperdicia todo aquello que nos ofrece la vida... "El mal".

   Me he fallado a mi misma más de una y de dos veces; y al final lo que me diga la gente no va a ser lo peor. Va a ser mi propia culpa. La capacidad de perdonarse a uno mismo no siempre es fácil de encontrar. Al final, uno no puede anclarse en el pasado. Hay que abrir las alas y seguir volando. 

   Pero cuando ya has sanado y alguien va y te mete el dedo dentro de la llaga... Molesta de cojones. ¿Por qué? ¿Por qué la gente se mete a veces donde no le toca? Lo peor es que me entran ganas de dar explicaciones. ¡Porque tiene explicación! Pero al final siempre hay alguna mente cerrada que, aunque se lo expliques, parece que la imagen que se ha hecho de ti es inamovible. Entonces ¿Para qué? Siempre habrá gente en tu contra. Es parte de la belleza del ser humano, la variedad de opinión. 

   ¡Ojo! Que esta diversidad de pensamiento no es la creadora de conflictos. El conflicto es creado a partir de que intentamos, me incluyo a veces, que los demás piensen o actúen como nosotros mismos. Este es el gran error. ¿Por qué queremos destruir la variedad? Con lo bonito que es aceptar a las personas tal y como son... A veces parece que solo utilizamos esta frase para hablar del amor romántico. ¿Y por qué con los demás no?

   Me podéis decir que entonces yo también estoy intentando imponer un pensamiento a partir de estas líneas. Y que por lo tanto me estoy contradiciendo. Pero yo no impongo nada a nadie, solo muestro mi reflexión. Por si ayuda, o incluso por si puede llegar a cambiar la actitud de alguien frente a las cosas con un mayor positivismo y empatía. Pero a lo mejor viene alguien, con un argumento de estos que rompen con tus esquemas, y no me quedará otra que quitarme el sombrero. Volver a reflexionar. Y finalmente sacar nuevas ideas o conceptos. 

   Mi yo del futuro dirá. Porque somos diferentes a cada instante. Porque abrirnos a los demás sin imponernos puede llegar a cambiarnos la vida. 

lunes, 12 de septiembre de 2016

Día 8. Marruecos 2016.

   Ayer fue súper bueno el final del Ramadán, comiendo las chicas que nos atrevimos a hacerlo y los chicos de aquí juntos en una sala pequeñita que utilizan como despacho.

   Esperando con la comida delante, los vasos ya con agua… y de repente suena el rezo por las calles. Era como el “¡A comer!” que chillan los padres en todas las casas. Todos de golpe con las manos en los platos; literal lo de las manos. Nosotras brindando y ellos riéndose.

   Muchas risas y felicidad. Contándonos que lo bueno del Ramadán, a parte de la experiencia de ponerse en la piel de la persona sin recursos, son las reuniones familiares a la noche. Como las navidades para nosotras, para que mentirnos.

   Fue especial.

   A de más, hoy hemos celebrado la fiesta del Eid al Fitr, la fiesta del final del Ramadán. Hemos ido a desayunar a casa de una familia que nos ha acogido muy cariñosamente. Una cantidad de comida espectacular, un salón precioso con todas las paredes con sofás, mil cojines y una gran alfombra en el suelo.

   Lo único que no nos ha gustado era que únicamente nos sirvieran la comida las mujeres, y que la actitud de los hombres dejaba bastante que desear.

   Después hemos ido a un rio cercano. Genial. ¡Qué bien sienta meter los pies, hacer un poco el cabra y hacer unas buenas fotos!

   Para la comida nos hemos parado en un pueblecito, en una zona muy verde donde hemos comido el cuscús típico de este día preparado por la súper familia que nos ha acogido hoy, y finalmente nos hemos estirado en la hierba verde a relajarnos un rato.

   Simplemente queda decir que con este grupo se está espectacular. Planeando de mil maneras volvernos a ver en España o en cualquier otro lugar del mundo.

   Luego hemos llegado al bosque de cedros. La verdad es que creo que todas nos esperábamos algo más; pero ha sido divertido jugar con los monos, ver cómo tiraban de los pantalones de algunas  e incluso como le quitaban a una la bolsa entera de cacahuetes directamente de la mano.

   La verdad es que estoy ya cansada, me toca ir a la cama que mañana hay excursión al desierto. ¡Dos días non stop! No me llevaré la libreta… Así que a ver que escribo a la vuelta. Y a ver si tengo fuerzas.

   De momento ya preparada para lo que venga, con tutorial de cómo ponerse un turbante incluido hoy gracias a uno de los chicos. Una pena que sólo nos puede acompañar al final uno de los coordinadores… Una decepción para muchos hoy.


   Y antes de ir a dormir me pongo aún más nerviosa. ¡Cómo si no fueran suficientes los nervios de saber que al día siguiente verás por primera vez en tu vida un desierto! (Uno de esos puntos que están en tu lista mental de “Cosas que hacer antes de morir”.) ¿Por qué me he puesto aún más nerviosa? Por enseñarle mis pensamientos a alguien. Por enseñarle a una de las chicas mis venazos de escritura, mi querido blog.